Breves notas acerca/a partir de las “Tesis sobre la revolución cultural”

 

Breves notas acerca/a partir de las “Tesis sobre la revolución cultural”[1]


Fotografía: intervención estética en Santiago, 2016.

 

I.
Luego de la puesta en marcha del reacomodo productivo del capital desde la década de 1980, situación que solo es posible a partir de la derrota del proletariado a finales de los 70’, se puede comprender la panorámica anunciada por la Internacional Situacionista a fines de los años 50’ en torno al arte y proletariado. La descomposición, que los situacionistas definen como aquel “proceso por el que las formas culturales tradicionales se han destruido a sí mismas como consecuencia de la aparición de medios superiores de dominación de la naturaleza que permiten y exigen construcciones culturales superiores”, va a definir el desarrollo cultural y, al mismo tiempo, la profundización en la destrucción de dichas estructuras culturales tradicionales a partir de la década del 80’.

II.
Este viejo mundo se encontró a sí mismo en un punto donde no volverá atrás; su conciencia, que ya es histórica, advirtió su final. Para evitarlo, mutilara su conocimiento. Se advierte en ese momento “una fase de repetición que domina desde entonces. El retraso en el paso de la descomposición a construcciones nuevas está ligado al retraso de la liquidación re
volucionaria del capitalismo.”

III.
El disciplinamiento del arte encuentra en el periodo post Segunda Guerra Mundial su nacimiento, y a partir de allí el arte entrara una y otra vez en un péndulo incesante de vida/muerte (circulo/circuito que se repite). Antes proyecto (disciplinamiento), hoy materialización; su nacimiento generacional está en la intimidad de la derrota del proletariado. La proyección es sintetizar la unidad sensorial en un estrecho margen de manera que el arte impulse reflejo, más no cre
ación irruptora. Una producción mercantil. La realización artística se convierte en imagen (una fracción de la unidad) y fluye en la repetición uni-comunicacional de la propaganda del Estado/Capital.

IV.
El arte, ahora reflejo sintetizado de lo sensorial en el espectáculo, paga su castigo por haber intentado la disolución de la distancia entre sí mismo y la revolución en las primeras décadas del siglo XX. El disciplinamiento es estructurarse a imagen y semejanza del mundo concreto/ideológico. En otras palabras, el arte se industrializa, se institucionaliza, y por tanto, se democratiza.

V.
Se ha convertido en la Babilonia del flujo de imágenes. Todas ellas estancadas en tiempo y espacio, superpuesto al espacio/tiempo real. U
na sociedad de alto consumo de ese flujo de imágenes, obsesionada consigo misma.

VI.
El surgimiento de la fase espectacular del capitalismo significó la concreción del sueño ideológico. Surgidos como humanos-mercancía, somos el extremismo en grado sumo; somos tiempo comprado.

VII.
Bajo esta mirada, la novela Fight Club[2] supera la critica estéril que la ubica en una obra que resalta los aspectos estéticos de masculinidad, individualidad, insatisfacción con la vida moderna; y nos sitúa en la órbita del advenimiento de una generación surgida de la intensificación de la producción social de las relaciones capitalistas; un susurro del momento de toma de conciencia de una generación nacida en la fase de repetición.

VIII.
La novela nos sugiere la formulación de horizontes desde donde experimentar el nuevo flujo de energía colectiva orientada a la superación de las condiciones actuales de organización de la vida. Si hay éxito en la construcción de aquellos horizontes, la imagen/arte sufre la putrefacción de su premisa básica: ser el reflejo estético de la producción capitalista de relaciones sociales. Allí surgirá un proceso de auto experimentación de un arte cotidiano. La reivindicación practica de un proletariado joven, heredero (y también parte) de la descomposición del proletariado en masa.

IX.
Compenetrado en la historia, este proletariado joven no puede eximirse del problema solo por su proximidad a la toma de conciencia (la construcción de horizontes). Lleva consigo los lastres de décadas de contrarrevolución.

X.
Tal como señalan los situacionistas “no hay libertad en el empleo del tiempo sin la posesión de los instrumentos modernos para la construcción de la vida cotidiana. El uso de tales instrumentos marcará el salto de un arte revolucionario utópico a un arte revolucionario experimental”. Esto es, la producción de sí mismo.

XI.
La autoproducción del proletariado (que a través del arte se expresa en un arte revolucionario experimental) es la disolución de la imagen
del proletariado. Esa imagen está representada en la mediación de la socialdemocracia, en sus variopintas expresiones. Cada triunfo de ella actúa como obstáculo y barrera, demostrando los límites de los procesos revolucionarios. La cientificidad metodológica de la vanguardia política es su propia propaganda ideológica. Su búsqueda constante de la realización del método es su confesión ideológica. La imagen del proletariado es la expresión de dicha confesión.

XII.
El eco de la imagen se materializa en los revolucionarios profesionales. La vanguardia política es el confesionario de la revolución. La sociedad cree en ella. La ideología ha definido el ser proletario. Una propaganda a imagen y semejanza de un momento del mundo, es eso lo que no estamos en condiciones de olvidar.

XIII.
Entonces, la autenticidad (que no significa “purismo”) revolucionaria en el combate al mundo de lo existente reside en el ataque mismo a ese ser del proletariado. Ese ataque al ser (imagen/reflejo) no puede contener concesiones. Al respecto, la teoría situacionista erra al considerar la conformación de una organización de profesionales de la cultura, dedicados a la destrucción-experimentación-creación de nuevas expresiones y estructuras culturales devenida en arte como catalizador de la desintegración del viejo mundo. Si se toma como otro intento mas de organizar las posibilidades, mas vale la contención de los elementos democratizantes que lo que demuestran en efectividad es la posibilidad cierta y latente de una arquitectura de dominación que se transfiera del viejo a la “posibilidad del nuevo” mundo.

XIV.
La “construcción experimental de la vida cotidiana que puede desarrollarse permanentemente con la ampliación del ocio y la de-saparición de la división del trabajo” no es consecuencia, sino, premisa de dicha autenticidad.

XV.
El arte revolucionario busca su experimentación en la simbiosis con la práctica del proletariado; ya no es síntesis de una imagen, sino, se abre como la producción del proceso completo en el cual las verdades del viejo mundo son cuestionadas negando su disciplinamiento, que es condición del proletariado.

XVI.
Este arte irrumpe en la imagen sensorial del mundo; en la cultura. Duda de la perpetuidad del mundo. Construye un momento develado, arrancado del entrelineas. No busca la separación, es decir la distinción. No busca el reconocimiento. No busca la mediación. Lee el mundo desde su nacimiento e historia.

XVII.
Si bien “la revolución comunista no ha tenido lugar y nos encontramos todavía en el marco de la descomposición de las viejas superestructuras culturales”, hemos tenido nuestras situaciones creadas de clarividencia. La compresión de los momentos de verdad que allí se experimentaron, compromete nuestro combate contra el mundo del dinero.

Comité de la Imaginación – Otoño 2016

Notas al pie:

1 Texto firmado por Guy Debord; aparecido en la Internacional Situacionista #1, el 1 de junio de 1958. Digital: Archivo Situacionista Hispano, http://www.sindominio.net/ash/is0110.htm.

2 Publicada en 1996 por Chuck Palahniuk

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